El viento y la pantalla
Por supuesto que vendían faroles.
Sin duda a la una a las dos y a las tres.
Compilamos esa tarde mucho más que un libro herético.
Supimos buscar en los rincones adecuados.
Quizá todos ustedes hayan juzgado a las mañanas de líquidas.
Y malpensado al escuchar correr el agua.
Quizá los de enfrente sean idiotas,
empalados cordones kerosenos.
A mí en general me da lo mismo.
Lo sabes y les cabe a ellos.
Que me voy.
Paso más tarde a dedicar el libro.
A cercenar sus hojas y negociar el piso debajo.
A la una, o a las dos, o a las tres.